Juan tiene 13 años. Le encanta dibujar, mirar las nubes moverse, observar las filas de hormigas. También le gustan algunos videojuegos. En el instituto adora llegar a su clase: un lugar de refugio, respeto, comprensión, seguridad y aprendizaje. Su centro educativo es muy grande, con cientos de personas pululando de aquí a allá, mucho ruido y ajetreo. Pero su clase es un oasis, el lugar donde todo cobra sentido y puede ser él mismo. Él, que un día fue diagnosticado con lo que llaman Trastorno del Espectro Autista.
Según la confederación de autismo en España, se estima que hay más de 450.000 personas autistas en nuestro país. Si consideramos el impacto que produce en sus familias, la cifra se eleva a casi un millón y medio de personas vinculadas al autismo.
Cuando desde Farmamundi llegamos al aula TEA (Trastorno del Espectro Autista) lo hicimos con una mezcla de temor, ilusión y curiosidad, y sobre todo respeto. Un proyecto que pone sobre la mesa las cuestiones más importantes de la vida (lo que llamamos el Buen Vivir) con alumnado de la ESO, llama de pronto a la puerta de un aula que suele estar, digamos, olvidada…
Cada persona autista es diferente (¡cómo no!), con sus propias capacidades, inquietudes, valores, miedos. Por tanto, aprendizaje ha sido la palabra clave en el contacto con las personas autistas en este proceso educativo que ha supuesto desarrollar la iniciativa de Educación para una Ciudadanía Global “Comunidades Educativas por el Buen Vivir”. Aprender a escuchar, adaptar metodología (con la terapeuta y artista Irene Rodríguez de la soc Ubicua), empatizar en cada momento, potenciar el sentido del cuidado.